Por facer bien e merced. La creación del Condado de Benavente en 1398
INTRODUCCIÓN
Uno de los principales referentes de la evolución de Benavente durante los siglos XII, XIII y XIV fue su condición de villa de realengo.
Entre las diferentes categorías de señorío de la época, así se denominaba a los lugares dependientes directamente del rey, en los que los propios vecinos ejercían el gobierno y la autoridad jurisdiccional
por su delegación. El resto de las villas y aldeas podían ser de abadengo o de señorío. A su vez, la mayor parte de las ciudades y villas de realengo contaban con amplios territorios a su cargo, de forma que
actuaban como señores colectivos sobre sus alfoces, para erigirse en comunidades de villa y tierra.
La importante colección de pergaminos y privilegios reales custodiada en el Archivo Municipal constituye una buena muestra de las estrechas relaciones mantenidas entre el concejo y la monarquía a lo
largo de los siglos. De todos ellos, es el fuero otorgado por Fernando II en 1167, también conocido como la Carta Puebla, el documento que simboliza toda una época de la historia de la villa. No solo por ser
un testimonio fundamental de su fundación y de la organización primitiva del concejo, también por ser el germen, junto con otras cartas y privilegios, de un particular régimen jurídico que hizo fortuna y se
extendió a un buen número de villas leonesas de su tiempo: el Fuero de Benavente.
Las relaciones con el poder fueron cambiando con el paso de los años, y en el último tercio del siglo XIV Benavente vería perder su condición de villa realenga, para entrar de lleno en un largo y complejo proceso de señorialización. A este respecto, contamos con otros muchos ejemplos similares, pues esta circunstancia es común a otras poblaciones leonesas y castellanas durante la época bajomedieval.
Debe interpretarse en un contexto general de debilidad del poder monárquico, de graves conflictos sociales y políticos, así como de expansión y consolidación de los grandes linajes nobiliarios.
En 1374 Benavente fue entregada por Enrique II, a título de ducado, a su hijo natural, don Fadrique. Fue una más de las conocidas como mercedes enriqueñas, que permitieron el ascenso de algunas familias a una nueva aristocracia, bien diferenciada de los antiguos linajes nobiliarios, ahora muy debilitados por la crisis del siglo XIV.
Finalmente, en 1398 Enrique III donó la villa y su castillo a Juan Alfonso Pimentel, caballero de origen portugués afincado en Castilla. Se daba así inició a un condado de gran trascendencia en todo el devenir histórico de Benavente hasta el siglo XIX. En 1473 Enrique IV de Castilla añadió el título de ducado a Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente y señor de Villalón, Mayorga, Betanzos, Allariz, y otros lugares. Todo esto permitió a los Pimentel intitularse indistintamente como condes y duques. La sucesión de títulos y familiares dejó XV condes y XII duques. Varios de ellos fueron muy próximos a los monarcas, formaron parte de la grandeza de su época y desempeñaron altas responsabilidades en el gobierno y la administración del reino. En total más de 400 años de historia, hasta llegar a María Josefa Alfonso Pimentel (1752-1834), última condesa-duquesa que ostentó en exclusiva esta condición. A partir de 1771, tras el matrimonio de la XV condesa-duquesa con Pedro de Alcántara Téllez-Girón, IX duque de Osuna, se extingue el linaje Pimentel. Sus títulos y propiedades fueron incorporados al patrimonio de esta importante familia nobiliaria. Luego vendría la quiebra de la casa de Osuna, el embargo de sus bienes y la venta del patrimonio mueble e inmueble.
Si el fuero de Benavente de 1167 era el máximo exponente documental de la etapa del realengo, el periodo del condado, esto es del señorío de los Pimentel, nos remite a otra pieza emblemática: el albalá de la donación de Enrique III del 17 de mayo de 1398. Es el punto de partida de esta otra etapa de la historia. Es este un documento bien conocido en la historiografía, del que existen varias copias y ediciones. Su custodia en el archivo de los Pimentel, en la Fortaleza de Benavente, está sobradamente documentada hasta finales del siglo XVIII. Sin embargo, se había perdido totalmente su rastro como
consecuencia de varios traslados, y de todas las peripecias derivadas del embargo y las ventas de los bienes de la casa de Osuna.
Una serie de circunstancias favorables, entre las que hay que incluir el azar, la fortuna y el celo de una familia por conservar el legado de sus antepasados, ha permitido la feliz recuperación del original de
este diploma. Por todo ello, el gesto de Paloma Yraola Sánchez de la Bodega, al entregar ahora este documento a la villa de Benavente, merece ser valorado en toda su dimensión. Estamos ante un encomiable acto de generosidad, sin contrapartida alguna. Se hace desde el compromiso con Benavente y la sensibilidad hacia los valores culturales, plenamente consciente de que va a enriquecer de forma muy significativa el patrimonio histórico y documental del municipio.
El Archivo Municipal va a contar a partir de ahora con esta pieza de primer orden. Su lugar natural de custodia merece ser especialmente relevante, compartiendo espacios con el fuero, los pergaminos
y los privilegios reales de la villa. El círculo se completa, y viene a significar una etapa, como se ha dicho, de más de 400 años del pasado de Benavente. Todo ello invita ahora a un nuevo acercamiento a toda
la problemática relacionada con este documento, a fin de ofrecer una revisión del mismo para su estudio y valoración.